A ella; a Vive

                                   Prefiero la risa al llanto, la pobreza a la usura,  el amor a la maldad, el mundo de la cultura al de la crueldad, el de la “discapacidad”, sincero, humilde y sencillo, al mundo de la abundancia, el derroche y la mentira, atiborrado de egoísmo, lujuria y corrupción, prefiero en toda su dulzura la vida, al de olor a muerte.

Algunas “personas y su mundo” destilan olor a esta última.

A ella; a Vive

 

Nunca he tenido, ni deseaba tener trato, ni amistad con ningún cazador, me parecen “humanos”… dejemos el calificativo, pero a partir de este día, espero y deseo no volver nunca a encontrarme con ninguno, por lo menos con ninguno de los cuatro que nos amenazaron, humillaron, vejaron, aterrorizaron, durante minutos interminables; he pasado miedo en mi vida, pero esto… es de seres incivilizados, arcaicos, obtusos de mente y de espíritu, de humanos del siglo XV. Con todos mis respetos para aquellas personas y  su época.

 Ese día iba a ser movido, debía arreglar unos “asuntillos familiares, calientes”, pero ni imaginaba lo que casi a mitad del camino me esperaba.

Hace ya años, muchos años que no hago auto-stop, aunque todavía me tropiezo con algún despistado, que me “marca” en su cartel algún destino playero, mochila en ristre “caminando”  por las autovías de este país nuestro, y alguna vez que otra a la salida de algún pueblo. Los mismo años que hace que no hago esa práctica de juventud, por necesidad, son los que no recojo a los mochileros; me he vuelto un burgués, Jo, tuve ciertos percances con algunas personas indeseables en aquellos años mozos de mili y macuto.

Carretera N-401. Montes de Toledo, tímidamente los rayos del sol desean asomar en un domingo de octubre triste y lluvioso; son cerca de las siete de la mañana, en la radio suena Serrat,  paso al lado de una de las muchas  fincas, donde “reza” a la entrada: “Propiedad particular, coto intensivo de caza”. A lo largo del trayecto, toda la carretera está salpicada de las mismas… se me van los ojos en todas, hago el mismo trayecto varias veces por semana.

El amanecer de un nuevo día me saludaba; y yo con los ojos soñolientos todavía, estaba deseando encontrarme un bar de carretera para despejarme con un oloroso café recién colado, de esos que solo sirven en las carreteras de los pueblos perdidos de Castilla.

Casi se me echa encima del coche algo, o alguien. Me deslumbró con una linterna a media luz, agitándola para todos lados, el ABS del coche funcionó a la perfección, en nada se quedó “clavado”, pero el susto y el temblor de piernas me “resucita” cada vez que recuerdo aquellos momentos.

Ella surgió entre las sombras estaba allí, alta, con falda corta, llorosa, con el pelo revuelto acaecida de lágrimas y lo que era más extraño con algo que parecía el collar o la correa de un perro.

-Joder, apartaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

-Pare, pare, pare -me gritaba una y otra vez.

-Pero tú eres tonta -le grité, tirándome del coche con las luces encendidas y la marcha puesta ante la excitación que me inundaba en esos momentos, todavía con todo mi cuerpo estremecido y acuciante de nervios.

El coche se caló, dando un tremendo gruñido.

-¿Pero qué pasa?- pregunté

-Venga, venga -me acuciaba tirando al mismo tiempo de mí-, vamos a recoger a un perrito y nos vamos, por favor.

-Espera, pero ¿qué dices, estás loca? Yo no te llevo a ningún sitio.

Venga, por favor -insistía ella.

Y la seguí, por un camino paralelo a la carretera, adentrándonos en esa finca que, a la puerta volví a leer con letreros ya desvencijados por el tiempo y el oxido

“COTO INTENSIVO DE CAZA, FINCA PRIVADA”

“Madre mía, si ya no es veda, pensé, no entiendo mucho pero creo que se llama así; estará esto lleno de cazadores”; pero eso de “vamos a recoger un perrito, esta herido”, me hizo seguirla sin pensar nada más.

Habíamos caminado unos 200 metros cuando los vi; allí estaban: dos coches todo terreno, con algunas personas dentro, creí ver.

-¡Mira el perrito!  -me dijo ella.

Ojos llorosos y cara de terror, así es como la observamos al toparnos con ella. Tumbada en el suelo y en el mismo camino por dónde íbamos, sin moverse; íbamos a recogerla y a marcharnos, sin más. Es una finca privada, vámonos, mira los cazadores, le comenté, vamos deprisa.

-Sé que es privada -me informó ella, con una mirada no muy amable.

-Perdona- le contesté.

Antes de “cargar” a la perrita del suelo, los teníamos encima.

Un señor muy entrado en años, puedo asegurar que más de setenta, canoso, escopeta al hombro y cinto con unos 40 cartuchos me miraba a muy poca distancia, al momento otros tres se nos echaron encima físicamente,  estábamos rodeados y  aterrados.

-Solo queríamos recoger y llevarnos a la perrita- dije.

Finca particular, cuatro cazadores, uno escopeta, todavía sin luz plena, gritos por doquier, otro chillando desde el coche, varias armas en el mismo…

Mi conocimiento en leyes me decía que solo habíamos cometido una falta administrativa, pero ningún delito. Solo el hecho de pasar por un camino colindante de propiedad privada a por una perrita herida, no era nada que pudiera incurrir en algo tan tenebroso como lo que a continuación sucedió.

Voces, chillidos, más gritos, salpicándome las babas de dos individuos con cara de demonio, su cara a unos centímetros de la mía, aberración, pura, incultura por doquier del ser humano, en su más basta ignorancia y de su más mínima educación.

Cazadores, tiros, sangre, y lágrimas. Incultura.

Fuera, dame al perro, puta, detenlo, chillidos; déjame ver la mochila puede llevar algo robado de la casa,  dijo un cazador a otro, (al lado me fije había una edificio casi derruido por completo, me imagino, de los labradores que trabajaban para los antiguos “señores” engominados de la época).

-Perdón- me dirigí a ellos-, esto parece la película de “los santos inocentes”; escopeta, al cinto, chillidos aberrantes, coacciones, amenazas. Por favor cálmense y sepárense de mí, solo hemos venido a recoger esta perrita; parece que estamos en el siglo XV, nada ha cambiado.

Dios mío, al instante pensé: ¿por qué lo dije?

Empujones, amenazas, gritos cada vez más altos, ella llorando, yo asustado, la perrita debajo de mis piernas. De película de la edad media, lo dicho.

-¡Detenlo, llama a la GC, mírale la mochila! ¡deja la perra!-  volvía a chillar el que estaba subido en el coche al lado de las armas.

-Señor, no hemos hecho nada, no vi el letrero, volví a insistir.

-Ella sí -me contestó-.

¡Eres una putaaaaaaaaaaa!, gritaba dirigiendo su mirada llena de odio hacia ella.

-Señor, por favor, cálmense –dije-, deje de chillar.

-¡No me da la ganaaaaaaaaaaaa! -obtuve una respuesta abrumada de babas al lado de mi cara.

Con la perrita a nuestro  lado, nos retiramos poco a poco y juro que, aterrorizados. Ellos se montaron en sus coches y pasaron a toda velocidad a nuestro lado, rozándonos prácticamente los hombros con el espejo retrovisor de uno de los vehículos.

-Nos estarán esperando a la salida, llama a la GC- le dije a la mujer que en ese momento creía tener a mi lado.

A varios metros atrasada, mire y la vi a ella, llorando, temblando y con la perrita en brazos.

Joder, vaya espectáculo pensé, le cogí y medio corrimos hacia la salida, la luna ya nos había abandonado completamente, el nuevo día nos saludaba.

La salida estaba libre.

Gracias, Dios. 

De nuevo en mi coche, paramos cuando observamos a lo lejos el color azulina de las fachadas de los típicos bares manchegos de carretera; estaba recién abierto, necesitaba pensar en todo, y tranquilizarme y recobrar la cordura.

Bar “El cazador”, leí a lo lejos. ¡Joder! Encima eso, puta suerte, pensé.

“Hay platos para vegetarianos y veganos”, rezaba un cartel en la pared que leí una vez estuve dentro.

-Buenos días, dos cafés, y diez churros- pedí

-¿Y eso?- pregunté señalando el cartel que informaba sobre la posibilidad de consumir alimentos vegetarianos- ¿no es Vd. Cazador?

-No, el bar era de un cazador, por no cambiarle el nombre ya sabe impuestos y demás, yo soy vegetariano.

Una sonrisa se extendió y ensanchó mis mofletes

Vaya tres pensé, una mujer llorando, yo asustado y legañoso, y la perrita herida… buen panorama.

-Voy a llamar a la GC, para denunciar lo ocurrido.

-No por favor, espera y te cuento.

-Me llamo Manu- dije.

-Yo Inma; llevo desde el viernes noche en la finca, por esome conocía uno de los guardias o cazadores, ya no sé lo que es cada uno, solo sé que hay armas por todas partes, escopetas,  sangre y tiros eso es lo que he tenido que soportar estos dos días, y humillación, a raudales, eso es lo peor.

Y siguió, mientras degustábamos dos cafés con leche y unos tallos crujientes, recién salidos de la churrera humeante.

-Soy madre de dos hijos, el primero lo tuve a los 19 años, ahora tengo 31. Uno de ellos con discapacidad, tiene síndrome de Down, se llama Quique; mi marido no me pasa la pensión, nos abandonó hace tres años, no podía soportar la enfermedad del peque, según decía, y ¿sabes? mi niño es un ángel, lo mejor que me ha pasado en la vida, no dudaría un segundo en darla por él, por eso, el tío ese me llamo puta. Lo soy, puta de lujo, pero al fin y al cabo, una puta. No sé hacer otra cosa, no tengo estudios, estuve un tiempo trabajando en la limpieza, no llegaba a 700 euros, y además tuve algunos problemas laborales, todos me desnudaban con la mirada. Una amiga mía me hablo de esto y aquí estoy.  Todavía tengo un cuerpo bonito- me dijo. ¿Te desean? que paguen, los hombre lo hacen. Eso sí: debes ser puta de las llamadas de lujo. Y aquí estoy y así alimento a mis hijos…y ahora a otra más,  me quedare con ella.

-No creo que seas ninguna puta; te admiro. Pero, oye, me sorprende esa confianza conmigo, un desconocido…

-Tenemos a la perrita, no me dejaban llevármela y ahora está en el coche bajo una manta, después la llevaremos a un veterinario, todo eso gracias a ti, debes ser buena persona.

Debajo de mis años, y de mi canosa barba todavía noté mi sonrojo; solo acerté a decir: gracias Inma.

Y ahora yo.

-¿Sabes una cosa? –proseguí-: en mi testamento, mi heredero universal es un amigo mío con síndrome de Down, se llama Borja, algún día si lo deseas lo podrás conocer, es otro corazón blanco, como tu hijo.

“Están buenos los churros”, comenté seguidamente, en un intento por rebajar la tensión.

Y ella, ya más “animada”, sonrió y me apremió:

-Sí, pero hemos de llegar pronto al primer pueblo que haya veterinario.

-Ya hasta Ciudad Real nada- le respondí.

Del servicio vino ya más relajada, volvió a tomar un sorbo de café y decidió continuar:

“Me contrataron por 2000 euros, todo el fin de semana, a dos compañeras y a mí, en total me iba a llevar 4000 euros, más alguna propina que nos caería, nos dijo el jefe.

A portarse bien chicas son gente importante

Solo reconocí al político, los otros cuatro me dijeron que eran empresarios.

Tú aquí, lo que veas y escuches, chitón, me dijeron.

Después de cenar, póker, la apuesta mínima era de 500 euros.

¿No es mucha pasta de salida?, comento un empresario, antes de empezar las partida

¿Es tuya, acaso? Le respondió el político

Algún día nos pillarán…

Media España corrupta, políticos, empresarios, sindicalistas, banqueros, ex ministros, ex presidentes de Comunidades; y hasta el duque empalmao ese; ¿sigo?  y nos van a pillar a nosotros, vamos, juega y apuesta gilipollas.

El que más gane elegía puta.

A gastar que es del pueblo, decía uno.

Carcajadas de los demás.

Los billetes violetas volaban por el salón.

Y ya sabéis, el que se cargue al primer ciervo o jabalí se “traga” como siempre las vísceras del mismo en la cabeza durante media hora.

 Juego, alcohol, tiros y sangre, después sexo. Así todo el sábado.

 Sobre las seis de la mañana de hoy escuche ladridos, pensé que algo habría ocurrido.

Levanta puta, oí.  A mí me tocó con el político engominado; casado y padre de dos hijos.

Son los realeros con los perros, apuntilló.

Joder que resaca, le escuche decir, a la ducha.

Y allí estaban, Los perros, saltaron como locos al suelo, habría unos veinte, al bajar del carromato donde los transportaban hacinados, uno parece que se torció o rompió la pata.

¿Joder que tiempo hace que no les das de comer?, entre carcajadas se dirigió uno al que había llegado con los perros.

Bueno mejor; así “cumplirán con su deber”, les respondió este.

Y ese, ¿está cojo?

Pagamos bien, queremos perros sanos, que corran, que enganchen la pieza, pero que no la destrocen, y estos… parecen que los hayas tenido sin comer diez días. Dinos la verdad.

Bueno llevan cinco contestó el realero.

Ya sabes: el que no corra, al  hoyo

Venga, mira a ese cojo.

Parece ser que se ha torcido la pata al bajar, déjame mirarlo

De un rápido vistazo, concluyo: joder, se la ha roto.

Pégale un tiro, respondió uno de ellos, ya con la escopeta reluciente al hombro.

O mejor ahórcalo, esto es una finca privada, aquí no indaga el SEPRONA.

Las risotadas volvieron a escucharse por todas partes.

Estaba invitada a la montería como ellos la llamaban. Odio la caza y los cazadores, corazones negros, les llamo; pero mi jefe me había dicho: ya sabes, se amable con ellos y te traerás una buena propina.

Cuando oí cargar la escopeta un escalofrió me recorrió todo mi cuerpo, la perrita, tirada en el suelo, cara de asustada, ojos hundidos, muerta de miedo, parecía qué intuía lo que  iba a suceder”

Inma comenzó de nuevo a sollozar.

-Tranquila, bebe más café, relájate -apretándole sus manos frías todavía, la intente tranquilizar.

“Yo me agarré a la perrita por el cuello. Me lo quedó yo, por favor, pero no la maten.

Bueno que se nos hace tarde, a pegar tiros, cuando volvamos nos encargaremos de los dos.

Tú, se dirigió uno que lleva mucha gomina en el pelo a otro tío vestido de verde con escopeta al hombro, ¡busca un árbol, a esa la ahorcamos cuando volvamos!

Sois de lo peor de la raza humana, depravados mentales.

Sí, pero tenemos más dinero que tú, pedazo puta, me contestaron.

Pero yo no lo robo como vosotros, corruptos.”

-Salí corriendo a buscar ayuda, me dieron miedo, y ahí fue cuando te encontré.

-Vamos a la GC, a denunciar

-No -me contestó tajante-, ¿mi nombre, diligencias, juzgado,  qué hacía aquí? No me creerán, soy como dicen ellos, una puta, no tengo testigos, ellos son gente importante, un político, un banquero, dos empresarios. Quiero olvidar, solo eso, nunca volveré a este oficio, terminare mis estudios, sacaré adelante a mis hijos como sea, nunca deseo ver tanto obtusos de mente, degradados cerebrales.

-Sí, pero ya sabes luego, padre y marido ejemplar, corbata, gomina y a seguir robando, y matando seres inocentes, y a presumir de lo mejor, de “ELITE SOCIAL”- casi brame del cabreo.

-Algún día se sabrá todo.

Días después se desataba la operación púnica

Me voy al fin del mundo y unos amigos y mejores personas me dejaron una casa cerca de Finisterre.

-Allí estarás bien, es un pueblo con ocho habitantes, solo tranquilidad y dulzura.

“Y  me desintoxicaré” –pensé- “de esta sociedad llena de gentuza corrupta, de corazones negros…”

Y a los dos días puse la tele. Y  salto a la “fama” Excalibur” y su amiga Teresa… y mis vacaciones de nuevo se entristecieron.

Y miro a Willy, y lo abrazo; cuánto te quiero peludo, no sé qué haría sin ti.

 ¿Dónde nos vamos que no haya tanta mierda? Y Willy por más respuesta como siempre me da un gran lametón. Y a mí me encanta.

Y al retornar a nuestra  triste y fría casa de Toledo, lo primero que hago es una llamada.

-Inma, ¿cómo estás?

-Aquí, con Quique y Vive, llenos de lametones, no nos deja en paz. Se adueñó del sofá, está tumbada a todo lo largo encima de él, no del sofá… espatarrá encima de Quique.

Sus palabras me llenaron de alegría

-¿Cojea todavía?- pregunté.

-Algo, va despacio…

-¿Puedo ir a veros?

-Claro, pero con  Borja y el peludo- respondió.

Willy, Borja y yo, nos encaminamos a ver a tres personas maravillosas, y un peludo medio cojo todavía, pero con unos ojos que cautivan: la galga Vive, que salvo su vida gracias a un alma buena, Inma.

A la perrita la bautizo el veterinario así, por las ganas que demostró tener de vivir, según nos dijo. Tenía el bazo y el estómago medio destrozados, aparte de una pata rota por tres sitios. Y con Vive se quedó.

Inma ha vuelto a limpiar, a retomar sus estudios y es voluntaria conmigo en una asociación de discapacitados cerebrales.

Nada más vernos, Vive se lanzó hacia mí y yo confundía mis ya casi oxidados huesos en el felpudo de la entrada de un piso de unos cincuenta metros, de un barrio muy humilde de las periferia de la capital, que Inma había “cambiado” por la “elegancia” del anterior.

Inma, sus dos hijos y Vive son ya grandes amigos míos. Sus sonrisas no dejan jamás de inundar su  caras.

Inma dedica todos los días más de una hora a darle comida líquida a Vive, y lo hará hasta que cure de sus heridas, en estómago y bazo; tardara tiempo.

Pero Vive es una perra, con el cuerpo lleno de cicatrices, por la maldad de unos seres llamados “ humanos”, con el corazón negro; pero ella, al lado de Inma y Quique es simplemente feliz.

Sin embargo, la depravación humana y los corazones obscurecidos por el odio y las ansias de muerte, no dejarán de existir

-Prefiero esta vida Manu -comentó Inma, con su sincera sonrisa.

-Y nosotros ¿verdad Willy? Y me tumbé junto a dos corazones blancos y una perrita feliz a  esperar a que Inma volviera de limpiar unas oficinas.

Y los dos peludos espanzurrados y casi confundiéndose entre ellos encima de mí,  y Quique “pidiendo” paso…y así, de este modo, sé que mi sonrisa sí puede ser eterna.

Willy

“El hombre cruel con los animales, lo será también con los mismos hombres. La crueldad es siempre una cosa misma, aun cuando cambie su objeto".
Blas Infante
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