CUCA

                                      Desde peque mis padres me  inculcaron   amar a todo ser sintiente y ellos nos decían, a mis hermanos y a mi, y nos lo siguen recalcando;  que todos los “animales” sienten.

Absolutamente todos sienten y sufren y yo con esa idea vivo y moriré. Aida me dio, a mí y a mis hermanos todo el amor del mundo, nos hizo llorar cuando desapareció físicamente de nuestras vidas, pero siempre a partir de aquel momento hemos estado rodeados de perros, gatos y demás “bichos”; a todos los amamos y a todos los cuidamos, pero no sé, a mi especialmente me gustan los más; llamémosle  “desfavorecidos”, y por eso Cuca, mi Cuca es especial para mi

 

…………………………….De Aideta toca la guitarreta

Te pondrás como Aida!! le reñía.

¿Y esa Aida quién es, parecía que me decía?

Y ella seguía a lo suyo.

Pero yo la adoro, es mi perra, es mi Cuca…… pero esa es otra historia

 

COMO LLEGÓ CUCA A MI VIDA QUIZÁS SEA LO DE MENOS, VINO, VIÓ Y SE QUEDÓ.         5Cuca (4).mp4 (5191006)

Unos heredan millones de dinero y yo heredé millones de afectos, sí, ella fue una herencia. La única condición que puse es poder llevármela conmigo al trabajo, no había razón para que se pasara el día sola en casa pudiéndola llevar conmigo.

Una teckel enana de apenas 2,5 kg, le faltaba parte de la mandíbula superior e inferior, con ocho muelas contadas y ningún diente, recién operada para sacarle los dientes que se le quedaron colgando en la carne cuando su cuerpo absorbió el hueso de la mandíbula, con problemas al respirar (su nariz está caída), descompuesta estomacalmente, flaca, y lo que es peor, con leishmaniosis (cosa que el veterinario que la operó no supo o no quiso ver).

La primera noche la pasó junto a la calefacción, la pusiera donde la pusiera ella siempre volvía allí por lo que decidí ponerle su camita allí, echar un almohadón al suelo y sentarme con ella y así pasamos la primera noche; Yo en “vela”, pero feliz a su lado.

Lo primero que hice al día siguiente es llevarla al veterinario, esas pupas en la cabeza no eran normales y esas uñas tan largas había que cortárselas, e ignoraba igualmente si llevaba chip, y la descomposición con sangre me pareció un poco alarmante. Resultado Leishmaniosis, que afortunadamente no había llegado a afectar a sus riñones, huesos ni ojos, pero que estaba ahí. No la habían desparasitado desde vete tú a saber cuándo, y posiblemente no tenía ninguna vacuna puesta.

El veterinario me lo dejó claro, no le iba a dar el tratamiento de inyecciones, la vio tan sufrida, sin esa mandíbula, sin carnes, con ojos tristes, que se negó a hacerla sufrir más –vamos a intentarlo con las pastillas-, me dijo, y luego ya veremos. No se atrevió ni a ponerle el chip para no causarle daño innecesario, la desparasitó, le cortó las uñas, le abrió cartilla y nos citó para dentro de tres meses.

Y volvimos a casa, tan felices las dos.

A la semana las pastillas ya empezaron a hacerse notar, ya podíamos bajar a la calle a pasear, a mear y a cagar (no me caracterizo por ser muy fina), ya que ella lo hacía todo en la calle, eso si mis bolsitas para recoger todo lo primero.

Yo andaba y ella sin correa me seguía, a velocidad de crucero o paso de Aida como solemos llamar a este paso, se acostumbró a ir así por la ciudad, es obediente y se para en los semáforos si yo lo hago, viene si la llamo. Parecíamos el punto y la i, la gente nos miraba y se reía, nos paraban una y otra vez, los niños encantados, claro, como no tenía dientes, los paseos se hacían eternos (una vuelta a la manzana, dos horas), pero las dos estábamos encantadas de la vida. Una señora, de esas que haces amistad en los parques paseando al perro, la llamaba “la mendiga”, y esto era porque chiringuito que veía con gente comiendo, chiringuito que se acercaba a pedir, -mírala, como si le faltara comida o no le dieras de comer-, y a mí me daba vergüenza, claro, y allá que me iba a pedir disculpas y a recogerla, pero es que la gente le daba un trozo de su tostada o bollo ¡con esa cara de pena!, claro, como Aida, no te fastidia, esta sabe más de lo que le han enseñado.

Jamás la he oído ladrar, salvo en aquella ocasión que estaba en la terraza de la piscina del despacho cuando el jardinero la brincó para dar el agua, saltó como una fiera hacia el jardinero que había entrado en su territorio y le dio dos ladridos ridículos y si no llega a ser porque no tiene dientes, lo más seguro, se le engancha al pantalón. Es por esto que me extrañaba que mi vecina de abajo me dijera un día que mi perra se pasaba el día ladrando, y así le contesté:

-Me extraña que sea ella la que ladra por dos motivos: 1º nunca ladra, 2º nunca está sola en casa, me la llevo conmigo todas las mañanas al trabajo, y cuando salgo de compras ella también viene conmigo. Cuando usted la oye ladrar nunca está en casa, ni yo tampoco ¿no será qué es otro perro?.

Lo peor es que insistía e insistía, por lo que decidí no volver a darle explicación alguna; soy asi de simpática, y ponerme los tacones en casa a las 7 h de la mañana para desayunar, lo reconozco, muy mala leche por mi parte, pero es que lo del perro no era de lo único que me acusaba, también se llegó a quejar de las carreras que Cuca se pegaba por el pasillo todo el día ¡ni que fuera un galgo!, y de estar todo el día con los tacones puestos ¡Señora! ¡Si yo nunca estoy en casa!, siempre me he puesto los zapatos en la puerta de mi casa ya para marcharme, así que me cansé.

Entre sus manías está la de meterse dentro de los coches, quizás pensando que la puedas abandonar, que te marches sin ella, es por eso que se aprendió en que calle estaba el garaje, y testaruda ella, la llevaras por donde la llevaras, calle de arriba, dos calles más abajo, siempre acababa yendo camino del garaje ¡testaruda! Imposible que anduviera por otra calle que se alejara del garaje, pegaba el culo al suelo y no había quien la moviera de allí, si había que cruzar no se movía de enfrente hasta que la cogía y la llevaba a la puerta del garaje. En más de una ocasión me tocó bajarla la coche, abrirlo y dejarla en el asiento ¡”pa na”!, sólo para darle el gusto, y más gusto para mi verle esa cara de satisfacción al conseguir lo que ella quería; soy una blanda; lo se.

Es la perrilla del barrio, todos la conocen, todos le dicen cosas,  me encanta cuando las chicas de la perfumería nos ven pasar y aun teniendo clientes salen a saludarnos y a decirle cuatro cosas. Es cariñosa a más no poder, es mi compañera de trabajo, no puedo decir nada malo de ella. Tiene dos amigos en el paseo, dos grandes daneses, se pone en medio de los dos (imagen graciosa donde las haya) y la mayor de un lametazo me la deja limpia como la patena, creo que es de los únicos que no huye por no poder defenderse, creo que es consciente que su falta de mandíbula la hace vulnerable, pero con ellos se deja hacer.

Todo fue bien hasta este verano, que se agravó el asunto, dejó de comer, dejó de andar, los ojillos empezaron a fallarle, sangre en el riñón, mucho calor, y aun así, ni un solo lamento, al contrario, me seguía moviendo la colita. Me llegué a desesperar, pensé que se me quedaba ahí, pero no lo iba a permitir; soy una “inventora” nata, todo por ella; y ya está, para el excesivo calor decidí crearle su propio aire acondicionado, su nevera particular, dentro de una toalla puse las barras contenedoras de hielo de la nevera portátil, y la acostaba encima ¡hasta se abrazaba a la barra de hielo!, la seguí llevando  a la playa a bañarse, así estaba más fresquita, con su barra de hielo y su sombrilla, siempre entendí que aquel letrero que había en la playa significaba prohibido la entrada a “humanos inhumanos”, ya que eso parecía: todo menos un perro, y como una playa es un banco de arena y aquella es de piedras, tan ricamente entrabamos en la playa conscientes de que aquello no iba con nosotras. Bueno, tampoco éramos tan insurrectas que si teníamos a alguien sentados al lado yo les preguntaba si les molestaba que estuviéramos allí, nunca nadie me ha puesto pegas a pesar de que ella, Cuca, en sus trece se sigue acercando a las personas cuando ve que están comiendo….. por si cae algo.

 

ASÍ DE CHIQUITINA ES

Desesperación era lo mío cuando vi que no comía nada de nada (de lo de casa, claro, que a lo de los demás no le hace ascos), ya sólo le queda una muela y dos trocillos de mandíbula, papillas, pienso con leche, yogurt, plátano, vitaminas, napolitanas  y queso (todo valía con tal de que comiera algo) y al final todo era comida blanda y liquida, fue la salvación, sí, es que no quería otra, pues ese, desde las siete de la mañana ya estaba yo en pié dándole de comer, y siempre la misma papilla, no quería otra.

 

Aun así, su instinto de perro cazador no lo ha perdido a pesar de no haber cazado nunca, siempre ha sido un perro de apartamento-sofá; cada vez que mi sobrino aparece en casa con ese conejo doméstico, que es más grande que ella, se va a la caza del mismo como una loca, se tira a morderle directa a una de las patas traseras, ya lo intentó con el cuello pero vio que eso no le entraba en la boca, y con esa única muela intenta roerle la patita, el conejo debe morirse de la risa porque cuando la ve venir ni se inmuta y se deja hacer (no le hace daño, no penséis mal). Con el hurón de la tienda de animales hace lo mismo.

Sigue sin andar, se cansa mucho, sus patas no la aguantan, da igual, yo me encargo de pasearla en su cesta, tengo ya el hombro entrenado para cargar sacos de cemento, y me lo sigo llevando a todas partes. Vuelve a comer pienso, ha engordado un poquito, le mueve el rabito a las chicas de la perfumería cuando salen a saludarla, si quiere que le rasques la pantxa te rasca ella, si paras te vuelve a rascar, si lo que quiere es bajar al suelo te rasca más, si no le haces caso o no la entiendes insiste tanto que te hace un boquete en la pierna, o incluso se pone de pié en el sillón, te mira y te vuelve a rascar. Se desespera si algún conocido entra en casa y no le dice algo, su rabo va a mil por hora.

Y aquí estamos las dos, luchando por vivir y disfrutando la una de la otra, esperando que lleguen las Navidades para pedir comida, nos sentaremos como todos los años; en la mesa, siempre hay un sitio para la perra de mis padres y para Cuca y este año se sumará la de mi hermano también, son nuestra familia y compartirán con nosotros esos días.

ANTES MUERTA QUE SENCILLA, SIEMPRE VA CON SU COLLAR DE FLORES QUE LE HICE YO.

 

 

 

 

 

 

 

 

Y ya estamos a puertas de la Navidad, por lo que aprovechamos para desearos a todos vosotros, amigos de nuestros iguales, una feliz Navidad.

Loreto y Cuca.