Un baul pleno de luz

 

Un baúl pleno de luz

 

_ Joder Manuel, dame un abrazo, le dije al verle.

La noche de verano era cálida. compartía una cerveza con mi amigo en una terraza llena de ruido y bullicio. Brindamos por los años que habían transcurrido sin vernos. En aquella época teníamos siete años y toda una vida por vivir, por disfrutar.

 

Debajo del porche de forma pentagonal, la cerveza reposaba sobre la mesa de pino. Mi amigo, se quitó sus inseparables gafas y acarició el puente de su nariz con los dedos pulgar e índice de su mano derecha.

- Bonitas gafas, le dije, recordando la primera vez que lo vi con ellas y como lo llamé, lo insulté mas bien.

_ No te cachondees Miguel. 

_ Manolin, has sido mi amigo desde siempre, lo sabes.

_ Miguel me abrazo.

***

_Aquel domingo su padre le invito a servirle de ayudante.

_Con solo mirar, lo que hago con los cables, te gustará. Hay que ayudar al sueldo del mes, decía, su progenitor. Era camionero, pero los festivos los dedicaba, como él decía a sus chapuzas.

Han pasado los años, pero, me dijo que nunca olvidó aquel primer día que su padre desde lo alto de una escalera, le señalo un pequeño objeto que se le había caído al suelo. Manolin, no pudo distinguirlo.

 

_ No lo veo papa.

_Allí empezó su pequeña pesadilla.

_ Sigo recordando a mi padre cuando me decía: Pero hijo, no lo ves, le decía a mi amigo con cara de añoranza de tiempos lejanos.

Manolin respondía.

_No papa, no lo veo tocando el suelo con sus todavía débiles manos.

 

_Al llegar a su casa, mi amigo subía a una habitación que llamaban la cámara, donde se apoyaba en un baúl aparcado en un rincón y junto a el lloraba. Nunca encendía la luz.

No lloriquees y baja, le llamaba su madre. En cuanto nos den cita en el oculista vamos a revisar esos preciosos ojos de mi niño. 

_Y la claridad de la luz volvió a sus ojos de niño introvertido.

_Mi amigo, lo vio todo perfecto cuando el oculista le puso un aparato raro delante de sus ojos y le hizo mirar a lo lejos unas letras. Una leve sonrisa se le dibujó detrás de su cara de niño.

 

_ Fue la primera vez que mis labios acariciaban una sonrisa. Hacía tiempo que ya no lo hacía Miguel, me dijo.

 _Y su mundo cambio. Lo empezó a ver todo nítido como nunca antes le había sucedido.

 

Con mis gafas relucientes y orgulloso de ellas, al primero que salude al ir de nuevo a la escuela fue a ti Miguel. ¿recuerdas? Eras zurdo

_ Lo sigo siendo, puntualicé.

_En un movimiento que no pude prever me quitaste las gafas, para probártelas tú.

_ Trae, déjame a ver como ves a través de esos cristales.

Bruscamente, después de un instante sobre su nariz, mi amigo Miguel me las devolvió.

-Toma, cuatro ojos, que con estos cristales que parecen de botella no se ve una mierda.

_Mi amigo Manolin abandonó el colegio a toda prisa. Nada más entrar en su casa, en una carrera frenética subió las escaleras de mármol, que terminaban en la puerta que daba acceso a la cámara. Se puso a llorar su desgracia al lado de su baúl.

_ ¿Estas llorando mi niño?

Al escuchar de nuevo la voz de su madre, se acerquó al lavabo.

_ No mama le contestó. Se miró al espejo. Se enjuaguó las lágrimas y le sonrió.

__ Mi niño es el más guapo del mundo con esas gafas, me contesto ella al verme.

 

_Al momento mi amigo Manolin, como le llamábamos por aquella época comenzó a aceptar su nueva situación. Llevaría cuatro ojos toda su vida.

***

Hoy, a los pies de su cama reposa ya, entrado en años, ese baúl que en su niñez compartió y fue testigo, de los primeros años de su recién estrenada hipermetropía. Y que dio lugar, a que sus amigos le bautizaramos por tiempo y le llamasen en cualquier hora y lugar: cuatro ojos.

 

Dejo mi libro sobre la mesilla, me quito mis gafas con cristales reducidos, y me dispongo a intentar conciliar el descanso prometido a mis ojos soñolientos.

Ahora, con el paso del tiempo aquellas lagrimas que derramaba al llamarme mis compañeros de escuela, cuatro ojos, ya están olvidadas. Mis gafas han formado parte de mí, más de medio siglo de existencia. Ya son una prenda más de vestir. Cada mañana al despertarme la primera rutina son colocármelas sobre mi nariz.

***

Manolin recorrió con la mirada las diferentes fundas de las gafas. Allí estaban las gafas de su niñez. La primera de pasta, redonda, con el recuerdo de un esparadrapo en el puente, recuerdo de un balonazo de su maestro.   Gafas que le hacían el rostro más enérgico, y parecía imbécil.  Cuadradas, recuerdo de su paso por la pubertad. Gafas de estilo imperdonable. Y gafas sin montura, para intentar lo que nunca fue; un pijo.

***

 _Miguel, sabes, ayer abrí el baúl, y conté las que fui guardando durante todos estos años ya en el   olvido. Hay más de las que recuerdo. Cada una colocada en su funda cerrada. Todas intactas   recordando un tiempo ya pasado. Todas me sirvieron para seguir viendo la luz nítida que   resplandecía cada amanecer ante mis ojos.

 _Recuerdo, que en poco tiempo ya no me herían los insultos que me dedicabais cada día en la   escuela. Tú el primero, joder.

Mi amigo Miguel sonrió, y le dio un sorbo a la cerveza.

_ Pero yo era feliz con mis gafas posadas sobre mi nariz.

Miguel ajustándose sus gafas, levanto la cerveza.

_¡Brindemos por las tíos que llevamos gafas¡.

_Amigo mío, cada gafa me sirvió en su momento para seguir gozando de la luz que sin ellas me hubiera sido imposible de disfrutar.

_¡Brindemos¡, asentí.

Son mi historia. Son la historia de un cuatro ojos feliz.

 

Manu & Willy