Belleza azulada

 

Belleza azulada

 

Cuando sonó el timbre me sobresalte, era ya casi media noche, me puse el albornoz, de puntillas sobre mis propios píes, mis pasos sosegados, con toda  la cautela que me dictaba mi intuición, me acerque a la puerta, otee a través de la  mirilla y la vi.

De nuevo su mirada. Para enamorar, elocuente, trascendental, díscola y a la vez amable, una mirada tenebrosa, para pensar y soñar.

Toda ella, su mirada, su cuerpo, sus movimientos, me producen  escalofríos.

A pesar de ser bella, las miradas con ese tono de luz a veces esconden odio ilimitado, argucias para hacer mal sin límites.

A través de la mirilla de la puerta de mi apartamento donde me relajaba los inviernos, no identifiqué el objeto que estaba alrededor de esos ojos malvados y crueles que días antes tuve tan cerca y ahora los noto lejanos. Si ello era un efecto óptico, de la nevada del día anterior, la misma mirilla, que estaba sucia, o un regalo con el que ella intentaba mitigar el daño que me hizo hace unos días al decirme simplemente dos palabras, que han dejado una huella ya eterna en mi corazón, anteriormente  bastante lacerado:

Después de tres años de relación intensa, donde hubo de todo, menos odio, esta era una despedida cruel, desalmada, sanguinaria.

Un  desgarro ataviado de muerte, recorrió todo mi cuerpo e hirió mi alma serena y tranquila, cuando escuche de su boca:

¡¡¡Te dejo, cuídate!!!

Y no deseaba abrir, ¿o sí?; las dudas me carcomían mientras ella me seguía mirando a través de ese objeto  que yo intentaba, sin conseguirlo identificar.

Más de media noche. Ya no son horas  pensé, además ayer no me dejo ni preguntar ¿por qué?, solo después de esas dos palabras, se alejó sin dedicarme una última mirada, que sinceramente esperaba, y ella  intuía, que me debería dedicar, por los días tan bellos vividos juntos.

No osó dejarme por última vez admirar esos subliminales  ojos que tantas veces había besado.

Incontables lágrimas en un instante recorrieron mis mejillas, pero estaba decidido.

¡¡¡No le abriré, hoy me toca a mí!!!

Nunca volvería a los días pasados con ella, aunque los mismos, en cada instante, cada momento, en cualquier lugar,  fueron, una locura de amor.

Todavía resuena en mi corazón después del tiempo transcurrido, el daño que me infligió.

La herida sigue sin cicatrizar, hay lesiones internas,  para que perduraran toda una vida.

Y vuelvo a repetirme inconscientemente, para convencerme de nuevo.

¡¡¡Decidido, no descorreré el pestillo!!!

Me vuelvo a la cama, pesaroso y renqueante, a pesar de todo lo que contaba su mirada.

Manu & Willy