Borja y Mercurio

 

La noche me sorprende, desbordada de misterios, tristona, llena de calma y silencio.

Repleto de melancólicos recuerdos, las lágrimas comienzan adornar mis mejillas.

Borja Y Mercurio

Hace años visitamos unas minas que hoy están clausuradas, entre otras causas, por la toxicidad que el cinabrio producía a los hombres.

Cuando nos  explicaron el trabajo que se desarrolló en las mismas desde tiempo de los romanos, omitieron que una labor imprescindible en la extracción de este material la realizaron unos pequeños, pero robustos animales. Los ponis La ayuda de estos fue imprescindible.

Al respirar el mismo aire estos pequeños caballos, enfermaban y morían. La mayoría sin ver jamás la luz del sol.

A la entrada de la mina destaca un monumento al minero, pero ninguno dedicado a su inseparable y forzado amigo.

¿Ingratitud, olvido, vanidad?

-  Y se cumplió ese dicho; “La vida no te da lo que quieres, si no lo que necesitas” Y a mí me condujo  hacia ellos. Todos eran personas “diferentes”. Estoy continuamente rodeado de miradas dulces,  ojos plagados de amor. Corazones blancos.

-El domingo vamos al campo. Veremos caballos. Les explique

-El granjero os contara historias de animalitos. El los cuida hasta que  mueren.

-Los animales han hecho durante miles de años la vida al ser humano más placentera. Tenemos una gran deuda con todos ellos.

-Visitaremos un santuario vegano

  ¿To esso?  - Era Borja el que preguntaba.

  -Luego te lo explico Borja, te noto espeso.  -Jo Lolo

-No era lugar ni momento para explicaciones.

El camping no era muy apto. La noche, era de esas raras, viejas, lluviosas, atosigada de relámpagos, llena de ruidos sin fin. Aborregada de humedad.

Pero me dispuse a disfrutarla al lado de todos los chicos.

Por la mañana mochila en ristre nos dirigimos al lugar prometido.

En la granja, los animales pululaban, desbocados de felicidad. El cielo su techo y las estrellas su luz nocturna.

Los chicos asombrados. Felices.

Nos recibió Marcos.

Atardecía cuando llegamos a un establo. En la puerta, el más puro y bello caballo que jamás habíamos visto.

Blanco como la nieve recién atraída por la gravedad y estrenada encima del más negro carbón.

-Mira Alolo,  me señalo  Borja; un aballo Eeño.

-Es un poni.

 - ¿Onis?, preguntaron todos.

-A callar y a escuchar quien lo cuida.

- Yo solo os diré, que estos caballitos necesitan un lugar amplio para vivir.

-Hola, Soy Marcos, trabajé en la mina junto a Mercurio. Ahora cuido de el y de todos los animalitos que veis.

-A Mercurio, no  le gustan las personas, solo le han hecho trabajar y sufrir. No permite que se  acerquen a el.

-La voz carrasposa de Marcos siguió.

-Cuando conocí a Mercurio iban a llevarlo a un matadero, ya era viejo, tenía siete años, no servía para trabajar en la mina, me hice cargo de él, lo cure y lo traslade a este santuario.

-Las heridas que observáis, fueron causadas por aparejos y latigazos.

- La vida de Mercurio no fue feliz, todavía lleva la tristeza en sus ojos, morirá con ella. Tiene una pata destrozada.

-A Mercurio le aterroriza la oscuridad nunca se mete en su establo.

-Por la noche, emite un sonido horrible. Es huraño, pega coces, gime. Lo separaron de su madre al poco tiempo de nacer.

Muy temprano, comenzaba a tirar de las vagonetas que portaba el cinabrio a la calle, desde un malacate. Allí unas mulas atadas permanentemente a este, daban vueltas, para extraerlo de las plantas inferiores.

-Así estuvo siete años. Trabajó, día y noche, sin salir jamás a la superficie,

-Su mirada es triste, ausente. Todo su cuerpo esta lacerado de cicatrices. Son las huellas que su fatal destino han provocado en él.

-Generalmente estos animales, morían extenuados, de cansancio o por enfermedad.

-Fui minero, ahora, jubilado, soy animalista.

-Observar sus ojos, los tiene  completamente rojos. Nació y creció en las entrañas de la mina. Lleva esas orejeras, para protegerlos de la luz, está casi ciego.

-Generalmente tengo mil ojos para todos los chicos. Perdí de vista a Borja.       

 - Borja no, machote, ven conmigo.

-No déjalo, me dijo Marcos, es la primera vez que veo esto.

  • Borja estaba acariciando a Mercurio y este parecía encantado.

La tarde transcurrió  entre animales, risas, chocolate y lágrimas del granjero al ver a Mercurio por primera vez desde que llegó a la granja feliz.

  • El domingo tocaba a su fin y la luna iba ganándole de nuevo la batalla al sol. Borja llevó a Mercurio y este, increíble se metió por primera vez en el establo de su mano.  
  • Espero volver a veros, nos comento Marcos.

Todos los meses visitábamos el santuario.

Nuestra primera opción, visitar a Mercurio.

Los ojos  de Mercurio ya no poseen ese color ocre-gris que le caracterizaba. Se han vuelto de color verde estrella.

  • Un domingo al llegar a la granja,  Marcos no nos recibió.
  • Siempre rodeado de sus animalitos  salía a la puerta. Detrás con su trote característico, cojeando, iba Mercurio, parece que nos olía.
  • Se nos hizo a todos un nudo en la garganta; observamos a Marcos junto al poni, acariciándolo.
  • Mercurio tumbado en la paja recién limpia agonizaba.

-Lleva así ya tres días, no quiere comer, no se levanta, parece que ha llegado su momento me miro de refilón, con ojos tristes.

Los ojos de los chicos  comenzaban a llenarse de lágrimas.

- ¿Alolo, paza aballo, ñeño?

Borja se adelantó, con sus inocentes manos, agarró la cabeza de Mercurio y lo beso; un beso, de adiós de despedida parecía decir.

Una caricia, de agradecimiento por todos los momentos que había sido feliz a su lado, parecía que deseaba transmitirle.

 

Al instante Mercurio cerró los ojos y se marchó. Un escalofrio me recorrió el cuerpo.

Un silencio oblicuo se adueño de los chicos.  

  • Borja pasa horas con un poni completamente blanco pero sin heridas en su piel, Marcos, se lo regalo. Se ha negado a ponerle otro nombre, le ha llamado, Urio; su aballo, ñeño.
  • En la granja hay una tumba en la que Borja un día tiró unas simientes, nadie supo jamás de donde las sacó.  La misma se convirtió en un gran vergel. Crecen unas flores  preciosas, originarias de Escocia. De este país eran los Ponis, antepasados de Mercurio.
  • Visitamos la granja, cada domingo llueva, nieve ventee, o relampaguee. Cuando la tarde va a llegar a su fin, Borja visita El jardín de Escocia, como lo hemos bautizado.
  • A veces pasa horas allí.
  • Un día le pregunte.
  • ¿Borja que haces tanto tiempo con Mercurio?
  • Amos Ablndo.
  • A mi amigo Borja, con síndrome de Down y a su inseparable Poni Mercurio.

 

 -“Los ojos de Borja otearon el infinito.

  Y lo vio.

  - Ola Urio, oy Borja

  Mercurio con un trote sosegado y feliz, se acerco a Borja

   Y marcharon uno junto al otro .

   Borja y Mercurio estaran ya juntos para toda la eternidad.

  -Mi amigo Borja murió el día dos de Agosto

 -Donde estés, no dejes de sonreír y recuerda que siempre te quise.

 

                                                                  Manu $ Willy