Cicatrices en el alma
Cicatrices en el alma
Fue educado en la confesión católica, tiempos difíciles, años 60. Pueblo de pocos habitantes, todos conocidos, su padre regentaba el único bar que allí existía.
Los estudios se le dieron bien, terminó la carrera de ingeniería y lo contrataron en una fábrica de armas. Al poco tiempo fue llamado a filas, a la mili. Le vendría bien pensó, era introvertido en sus relaciones sociales, tenía pocas amistades, aparte de la novia de juventud, con la cual pensaba casarse una vez le terminasen el piso que ya había reservado cerca de sus padres, no deseaba alejarse demasiado. Se sentía afortunado, bien parecido, buen trabajo, y mejor futuro. La vida le sonreía.
En la cantina del cuartel le conoció, ¡donde se puede conocer a un vividor!, era de Pozuelo de los Villares, casi vecinos. Y así comenzó una amistad que duro hasta el final del servicio militar.
De nuevo en la fábrica, el Gerente le ofreció un nuevo contrato, un año en un país de África. Parecía que los rebeldes se habían levantado contra el gobierno del dictador y estaba a punto de fraguarse una guerra civil. Debía enseñar al ejército el uso de las armas que estos exportaban y de la cual, él era el máximo experto.
-Tu sueldo se multiplicará por cuatro, piénsalo.
Cenando lo hablaron, estuvieron de acuerdo.
-Un año pasa rápido.
Acordaron que no rechazaría la oferta de su jefe.
-Nos casaremos en cuanto vuelvas, ya tendremos el piso casi pagado; vete.
Debido a su carácter apocopado, no supo decirle que no a su aprovechado amigo de la mili, cuando este le pidió un préstamo para empezar el negocio de venta de automóviles usados.
-En cuatro meses como máximo se los devuelvo a tu novia. Te lo juro.
En el país africano se encontró destrucción, pánico, desolación y muerte. Un día, el edificio donde realizaba los experimentos para hacer sus armas más destructivas y sembrar más muertes, fue asaltado por los rebeldes, tuvo que hacer uso del arma que portaba habitualmente. Su bautismo de fuego; su conciencia y educación cristiana le recordaban el quinto mandamiento, “no matarás”.
Pero lo hizo.
Después de sus cavilaciones y remordimientos de conciencia, de los que ya creía que le era imposible sustraerse, le completó la carta que recibió de su novia, y quedó hundido definitivamente. Era una despedida. Se casaba con Julián. Su amigo de nuevo violó la confianza que él le había depositado.
Se refugió en perfeccionar y hacer más destructivas las armas que el mismo creaba para el ejército al que ya definitivamente servía.Y volvió a matar y se inflamó de odio, y eligió de acompañante el alcohol y la coca, y vivió atusado de podredumbre a su lado. La estancia de un año se convirtió casi en cuatro.
Al volver a su fábrica de origen, ya nada era igual. Lo único que le satisfizo temporalmente fue su C/C. Estaba mucho más hinchada. La muerte era rentable.
A su amigo nunca lo volvió a ver. Tenía un hijo con Consuelo y el negocio de coches le resultaba al parecer por las noticias que le llegaron, muy rentable.
Su dinero y su amada, su amigo se quedó con todo.
Se despidió de la fábrica. Dirigió sus pasos al arzobispado, le habían llegado noticias de que el antiguo cura que le impartió catequesis en el pueblo, en estos tiempos era ya obispo.
Un efusivo saludo, más de treinta años sin verse y una gran y triste historia que contar. Le suplicó, como podría redimir sus pecados por haber sembrado de muerte su vida.
-Hijo mío, lo único que te deseo es el mayor bien que te pueda suceder. Creo que deberías purgar tus pecados rezando a Dios y propagando su palabra.
Su primera biblia la regaló. La señora a quien se la intentó vender le dijo que era atea.
-Guárdela se lo suplico, puede que algún día la vida le depare cosas que nunca creería.
Hágame caso señora guárdela.
Manu y Willy