Cuando Paco encontró a Póker

 

Cuando Paco encontró a Poker

 

Por una decisión irresponsable, Luis, se labró su propio destino: el precipicio. Las conversaciones de Luis con Morfeo eran cada vez más efímeras. El sueño se le esfumaba por momentos. Desde aquella noche aciaga de navidad su vida había dado un giro inesperado. Las únicas sonrisas no forzadas las distribuía entre sus inseparables amigos de cuatro patas. Desde hacia ya casi dos años mantenía la rutina diaria de visitar la perrera de su ciudad. Y contribuía con una cuota mensual a mantener en mejores condiciones los perros abandonados.

La cojera desde que tuvo aquel accidente, sería su compañera irreversible. Casi al mismo tiempo la relación con su hijo Eneco se fué deteriorando, se convirtió en fría y distante hasta quedar en algo residual.

 

Noche del Navidad de un año cualquiera.

 

Del viaje que realizaron a Madrid no hubo que destacar nada reseñable. Trámites burocráticos y de vuelta a Dancharinea.

El retorno, comenzó con el saludo cansino del astro diurno a su compañera de relevo. El espectáculo se apreciaba agradable a la vista.

Una especie de niebla repentina sobre el capo del coche nos hizo amortiguar la velocidad del vehículo.

Y falló; Un manguito de la calefacción se negó a proteger el habitáculo del vehículo en la heladora noche. El viaje nocturno se presentaba frío.

Una intermitente, pero espléndida luna llena, se escondía entre nubes espontaneas que hacían presagiar una noche desangelada. El tráfico ausente de la carretera aligeraría la vuelta, y el ronroneo del vehículo mitigaría el frio. Pero el empañamiento de los cristales nos recordaba continuamente la ausencia de calor en su interior.    

 

Las luces nos anunciaban la cercanía de una gasolinera. Alli degustaríamos ese primer café que mitigaría el sueño. Los 500 km que nos restaban no se presagiaban muy halagüeños. Pues el manguito definitivamente destrozó cualquier esperanza de una solución para que el viaje restante aligerara el cansancio.

Nos embutimos en unos confortables abrigos y nos acomodamos en el coche dispuestos a proseguir los kilómetros restantes de la ruta.

Al instante las luces del coche lo iluminaron; allí estaba atado y ensombrecido entre zarzas.

  -Espera, Jorge, no arranques le dije a mi compañero. Es un perro, parece que el día de navidad   tampoco hay caridad hacia ellos.

 El resto del trayecto lo hicimos entre refunfuños de mi amigo y la compañía de un perro, con   mirada asustadiza, pero agradecida.

 

Noche de Navidad de un año cualquiera.

El matrimonio, pasaría el día de Navidad esquiando, -como cada año-, la temporada de esquí estaba en su punto álgido.

Las discusiones se habían convertido en habituales.

El puto perro desde que apareció por casa era un estorbo. En un momento de debilidad cedió a lo que él creía que era un capricho de su hijo Eneco.

  -“Cuando se canse lo abandonaré”, -pensaba. Pero ese momento no llegaba

La sencillez de Rebeca, su mujer, no era acorde con el nepotismo de Luis, un hombre con una profesión liberal, pero a la sombra del despacho de su padre.

  -Luis no entiendo como este año has decidido que viajemos de noche. Llegaremos al pirineo a la salida del sol.

  -Ya te lo he dicho, Rebe, temas del despacho me han tenido liado hasta última hora. El viaje será más placentero, Eneco y el perro irán dormidos. En plan nocturno se viaja más tranquilo. A la llegada, dormiremos algo.

 

Paco

Tras un durísimo examen, Paco recaló en la Unidad que siempre soñó. Formaría parte del equipo Greim de Jaca. Allí se dispuso, salvo imprevistos, a esperar la jubilación

Inicie el viaje.  Intuía que a mi amigo le gustaría Póker. Así bautice al perro.

Me separaban unas dos horas del pequeño refugio que Paco había rehabilitado, una antigua borda de pastor.

Allí se refugiaba, para ejercer sus dos pasiones. Entrenar a sus perros de rescate y la lectura. Su compañía embutida en la calma que le caracterizaba me calmaría de unos días apabullantes de trabajo.

El día de fin de año se presentaba gélido en Jaca. A Paco lo encontré cerca de la borda, esquiando.

  - ¿Te gusta Paco?, nada más verlo le pregunte. Nos lo encontramos atado a una farola en un aparcamiento de carretera, cerca de Guadalajara. Parece joven y pensé en ti para que lo entrenases, no te vendría mal otro compañero para Oso.  

 

Estación de esquí. Navidad.

Al despertar Eneco preguntó a su mamá por su perro. Rebeca no supo que contestarle.

Las discusiones habituales subieron de tono.

Las vacaciones que Luis creyó se presentaban tan amables como cualquier otro año se convirtieron en un sinfín de lloros de su hijo, broncas interminables con Rebeca y de un sin vivir para él.

Decidido; Nos volvemos a Madrid, zanjó el padre.

 

Pirineo Oscense. Tres años después Noche de reyes.


Poker se convirtió en un aventajado alumno experto en la detección y rescate de personas sepultadas. Con una habilidad increíble para seguir el rastro. La nieve junto con su entrenador y amigo Paco se convirtió en su mundo.   

Como cada año volví a Jaca por Navidad. Me gustaba la compañía de Paco y sus perros.

La pista de esquí se podía divisar desde la borda.

Ese año la noche de reyes la amenizaríamos charlando junto a la chimenea. Los peludos, la mejor compañía.

Compartía con Paco el primer café mañanero. Los montes cercanos del pirineo Aragonés nos esperaban con su nieve esponjosa. Póker, Oso y Atóm expectantes.

Después de varios días nevando copiosamente se había previsto para ese fin de semana riesgo de aludes el total de la cordillera. Paco como era habitual en él, su equipo de escalada lo mantenía al lado de la chimenea.

  - ¿Te atreves Manuel? Iremos por lugares conocidos. La caminata va a ser dura, pero amena y los perros estarán en su hábitat. Después de mi temprana jubilación, no deseo perder las buenas costumbres, apostillo mi amigo Paco.

En poco más de dos horas siguiendo el camino que abrirían los perros estaríamos en un refugio de alta montaña. Aseguró Paco.

Nos disponíamos a ello, pero en el momento de emprenderlo sonaron las alarmas. Debimos abortar el paseo.

La tranquilidad fue efímera. Al parecer varias personas esquiando fuera de los límites de pista habían provocado un alud. Una de ellas practicando el “freeride”.

Se requería la presencia de Paco y sus perros en los aledaños del posible lugar del accidente.

  -¿Paco y eso que es? ignorante del vocabulario del esquí pregunté.

  - El “freeride” es un estilo libre, o fuera de pista extrema. Quédate en el refugio – me conminó mi amigo.

Cuatro perros junto con Poker, acudieron en la detección de varios accidentados. El tiempo era escaso para los posibles supervivientes

La ventisca atravesaba el valle con una inusitada rapidez. La visibilidad era escasa, pero el olfato y entrenamiento de Póker, eran infalibles al tiempo y circunstancias de aquella mañana para olvidar.

  Paco y Póker eran conocedores de las infinitas valles, riscos y barrancos circundantes   de las   pistas de esquí. Paco se desvió intuyendo lo peor.

 Póker olfateaba libre. Paco le seguía. A los pocos minutos, en un barranco inaccesible a   los   no conocedores del pirineo, el perro con un gruñido de excitación marcó.

 Vamos Poker, vamos, animaba. Paco ayudó al perro a remover la nieve blanda.  

Interminables minutos sin resultado.  Paco siguió incansable junto a Poker retirando el polvo blanco que en pocos minutos sería imposible mover. Sabía que, si Poker había marcado, allí habría una persona.

Y lo vio. Se lo había tragado el alud.

Oiga, oiga hábleme, hábleme; ¿cómo se llama, vamos dígame como se llama.

-Una voz tremebunda e ininteligible se escuchó. Me llamo Luis. Me llamo Luis.

- Sígame hablando, no se duerma. Dígame más cosas de donde es. Siga hablando

  -Me llamo Luis, soy de Madrid se escuchó un hilo de voz. Sáqueme de aquí.

Poker seguía excitado, escarbando la nieve. Su olfato le marco que allí se encontraba quien en su día le había considerado un estorbo para sus vacaciones en la nieve.

 

Horas después Paco y Poker jugueteando aparecieron eufóricos en la borda.

Lo celebraríamos junto a un fuego, pero este se negaba a querer adornarnos con sus múltiples colores que deberían llenarnos de magia esos momentos. Al parecer unos tocones acuosos no estaban dispuestos a ello.

La leña se había humedecido y el humo copó hasta el último rincón de la estancia hasta hacer irrespirable el interior.

El nuevo día amaneció regalándonos innumerables grumos de nieve llenos de levedad. Salimos con una sonrisa adornando nuestros casi acartonados rostros a engullir los pequeños coágulos almidonados.

Paco me miró mientras los perros trataban de atrapar algunos copos de esa materia a veces blanca y otras cristalina. 

  -Mi amigo, con su sonrisa sempiterna, me pregunto a bocajarro; ¿eres cristiano?

No esperó respuesta.

Y siguió respondiéndose a sí mismo; sabes, creo que Póker conocía a su ultimo rescatado. Conozco al perro, su mirada me pareció que fue de agradecimiento al esquiador accidentado.

 

  •  Paco, le respondí. Creo en Dios y en las coincidencias y creo

 que el corazón de los animales desprende más nobleza que el de los humanos.

 Paco con un semblante triste y a la vez emocionado me miró:

 Manuel a los perros les dicta el corazón, ellos piensan con él. No conocen la maldad.

 

 “No me importa quién me hizo daño, yo soy de perdonar”

 

 Soy un perro

 

 

 

La noche de mi despedida, la borda emanaba alegría. Escuchaba a Paco jugar con Poker.

Atom dormitaba a mi lado en la habitación contigua. Una mirada afligida hacia un cielo estrellado, me trasladó a una noche heladora tres años atrás, en la carretera nacional ll, en un coche con la calefacción inservible, en una gasolinera de la provincia de Guadalajara.

Acaricie Atom. Y pensé en el perro que jugueteaba con mi amigo Paco

Era una noche de Navidad.

«Los seres más sensibles no son siempre los seres más sensatos.»

                         Manu & Atom