...Erase una vez...

 

Quique y Eliot

 

Puede que sea un cuento, o…una historia verdadera

 

Me llamo Eliot. Mi historia es la de un perro  abandonado. Me rescataron  de un cubo de basura, junto a mis hermanos.  MI infancia fue movida, pasaba de una casa a otra, nunca estaba en la misma demasiado tiempo. Acabe en un cuchitril, que llamaban perrera. Recibía una comida al día y escuche que si no me adoptaban pronto me sacrificarían.

Me acostumbré al lenguaje de los humanos, entiendo casi todo. Son muy repetitivos  y chillan demasiado.

Un día, todavía adormilado, intuí que alguien me miraba con curiosidad. Hablaban entre ellos.

  -Parece viejo. No tiene rabo y dicen que padece leshismania.

-Pues a mí me gusta, los que no son de raza son los mejores, dicen que más inteligentes.

-A mí no, insistió el humano de barbas.

“Mi gui” (A mi  si).

Escuche a otro. Eso no lo entendí.

Hemos venido por Quique y a le gusta, decidido.

Y así termine mi estancia en ese sitio, que yo definiría como aterrador. Olía a muerte.

Hice amistad con el peque de la casa. No sabía casi hablar,  “será que los perros no entendemos a todos los humanos por igual. Solo sabía tirarme de las orejas. Pero yo me esforzaba en ello. El me llamaba “lo”. Me gustaba.

No entendía nada: y menos cuando escuchaba a mis dueños decir a sus amigos que su hijo padecía TEA. --Le son difíciles las relaciones sociales con los demás.  Con Eliot es diferente, es su vida

Quique  me daba chuches,  no me separaba de su lado. Empezamos hacer juegos con una pelota. El era muy torpe, pero yo era paciente. Los juegos se convirtieron  en cotidianos.

Éramos unos solitarios, jugábamos hasta caer rendidos. Quique era incansable, pero me gustaba estar con él, nos convertimos en inseparables. Sus padres encantados que formara parte de su familia.

-Lo mejor que hemos hecho por nuestro hijo.

A Quique le gustaba el campo, Con nuestra caravana  nos dirigimos a pasar otro domingo lejos de la ciudad. Esta nos angustiaba. Disfrutábamos de la tranquilidad.

 Se acedia donde  deseábamos descansar  por un camino tortuoso, a través de una sierra todavía no muy maltratada por los hombres. Algunos domingos se plagada de cazadores, estos  mataban animales sin piedad.

Y ocurrió. Ovejas, cerditos, toros, naturaleza plagada de verde y un campo por explorar, y en el menor descuido de sus padres, Quique se escabulló.

La vi, no podía separar mis ojos de ella y empecé a seguirla. Quique. Iba detrás de una mariposa de alas verdes y rosadas.

-Mapoa, (mariposa) lo escuche, señalándola.

Quique  la siguió, nos colamos por un hueco que existía en una valla persiguiéndola. Y llamándola nos alejamos demasiado

Y esta empezó a dar vueltas alrededor de mi amigo, parece ser que cuando observo que era inocente no tuvo miedo y se posó encima de su hombro. Estuvo varios minutos hasta que de nuevo levantó el vuelo.

Y la luna nos saludó con una sonrisa única. Tenía unos vecinos diferentes, Un alma pura y un perro enfermo, Parecía alegrarse.

La  mapoa  ascendiendo alegremente al cielo desapareció, nosotros envidiándola  nos dormimos acurrucados.

Quique empezó a temblar, lo arrastre a un hueco cercano, intuía  que el relente de las noches y la sombra de los arboles le harían daño. Iba en  chándal. Yo, soy fuerte.

Los perros no entendemos de tiempo. Nos crearon y nos pusieron en la tierra, según me dijeron para dar amor a los humanos, aunque no lo recibamos. 

Y lo hice. Me quede  al lado de mi amigo. Lo abrigue y esperé. El  a veces gemía. Y hablaba; “Eno dio” (tengo frio).

Escuche a lo lejos aullidos como los míos cuando la tristeza me invade. Lobos, saludaban a las estrellas que iluminaban  nuestro sueño. Pensé que ya no quedaban, que habían sido exterminados por los humanos, según escuché algún día decir al papa de Quique. Me sentí tranquilo. Ellos nos cuidarían. Y lo hicieron

Y la alarma saltó, a los pocos minutos, los padres comenzaron a buscarlo. --Eliot, lo cuidará. Está con él.

Caminaron hacia el pueblo  para pedir ayuda.

Tardaron tiempo en llegar, refuerzos para la búsqueda.  Empezaron. Existían cientos de lugares recónditos para recorrer.

Y ni Quique ni Eliot aparecieron. Y emergió la noche y con la misma la desesperación. La condensación de humedad, junto con la más tremenda oscuridad, empezó hacer mella en las personas que se encargaban de la búsqueda. Esta se suspendió.

De nuevo por la mañana, escudriñaron, recovecos,  cuevas, cabañas abandonadas. Se deslizaron rio arriba, se auscultó con buzos los pozos del mismo,  preguntaron a pastores, nadie absolutamente había visto nada. Y no aparecieron.

El tercer día, la madre no participó en la búsqueda. La ingresaron en el hospital enferma. Quique  se había ahogado, pensaba.

Pero la búsqueda no cesó.

Me decidí volver a la caravana, en un descuido de Quique. Cuando observe que estaba completamente dormido y al cuidado de mis amigos.

-¡Aquí está Eliot, aquí!

Un humano con gorra verde les gritaba a los demás.

Si El perro esta aquí, Quique debe estar cerca, son inseparables.

Intente que me siguieran, pero no me entendían. Torpes los humanos.

Uno por fin me entendió, los demás le siguieron, pero no querían pasar por donde pasaba yo.

Este perro se ha equivocado, decían.

Pero cabezón yo, lo conseguí.

Un humano montado a caballo, abrió la verja de la finca y orilló a todos los toros  a un rincón de la misma.

 A mí no me daban miedo, había convivido tres días con ellos. Los dirigí donde se encontraba Quique, acurrucado entre paja.

A los demás humanos les daba pánico traspasar la verja. Fue su padre el primero que se atrevió.

-Si los toros han cuidado de mi hijo imposible que sean peligrosos. Asintió

Migos. Aapa. (Amigos, papa) Quique señaló a los toros.

-Nunca los hubiéramos encontrado, aquí, imposible.

Y todos me abrazaban.

-Gracias Eliot, gracias.

Yo no entendía nada. Lo único que deseaba era no separarme de mi amigo. Este me llamaba continuamente. “Lo. Lo”.

En el hospital la mama de Quique nos abrazo.

-¿Quien lo habrá cuidado, le preguntó el padre de Quique?

-Pues quien va a ser. ¿Lo dudas? Pues el perro.

-Y los toros, no lo olvides.

-Lo ves, te dije que Eliot sería un gran perro.

Volvimos a casa, sin dejar de acariciarme cuantos humanos pudieron hacerlo, ahora parecía que todos me      querían. Antes pocos lo hacían. Hipócritas. Yo solo deseaba no apartarme de mi amigo.

Cuando volvimos a la ciudad, todos felices, fuimos directamente al lugar donde me recogieron hacia ya casi doce años.

Ya no escuchaba bien, por eso no entendí lo que decía mi familia.

-Vamos a rescatar otro perro, Eliot esta mayor, tiene artrosis, y no concebiría a Quique sin otro peludo.

Y una noche con mi amigo durmiendo sobre mi barriga, le susurre al oído.

Quique, perdóname,  me reclaman, te seguiré cuidando. Con un lamentón me despedí del más humilde  humano y con mejor corazón que había conocido en mi vida.

Y como el vuelo de las golondrinas, me fui en silencio.

-Rubén a Quique le pasa algo, está inquieto, lo intuyo, levantémonos.

-Y observamos a nuestro hijo llorar, como nunca le había sucedido en sus catorce años  de vida.

-Eliot yacía a su lado plácidamente.

 -“Lo lo no ta”, (Eliot ya no está.)

  -Eliot está ya en el cielo de los perros hijo.

  Y abrazados los tres, acompañamos a nuestro hijo en sus quejumbrosos y       sinceros llantos.

     Manu & Willy