¿ Hemos evolucionado ?

 

          Willy; este relato de una amiga "habla" por si solo; voy a leertelo.

 

               He pasado varios días cerca de un gran cartel de esos que anuncian la corrida de toros de la feria de mayo talaverana y que,  por supuesto, estaba estratégicamente colocado, como todo cartel que se precie. Había algo en él que me llamaba la atención y no era lo que anunciaba ni lo que incluía. Pasados los días me di cuenta que era la imagen que ofrecía. No era la que  tengo en el recuerdo ver para esos eventos, sino que se mostraba la simple figura de un toro sin ningún símbolo que indique su destino a la lidia, que se entiende que es lo que el cartel anuncia, ni siquiera el adorno típico, la divisa de la ganadería, que previamente les clavan. Nada de los típicos carteles en los que se nuestra al matador en el momento de dar muerte al toro, al banderillero clavándole las banderillas o el picador cumpliendo su misión. Llamaba la atención la suavización de la imagen que presentaba el cartel, y que no ha de ser arbitraria dado que, como todo objeto de propaganda que se precie, responde a una estrategia.

            Evidente que la finalidad concreta de cualquier cartel publicitario es comunicar de la misma forma que también captar es un objetivo general.

En definitiva, introducir sutilmente una idea en la mente del posible consumidor de lo que la propaganda anuncia.

          En estos días también se puede ver la noticia del reconocimiento por parte del Ministerio de Cultura, encargado de ofrecer los datos referentes a este tipo de eventos, sobre la reducción de un 40% de ellos en los últimos cinco años. Que incluso el Wall Street Journal publica un artículo titulado “Las corridas de toros en España se tambalean”. Y que se ha suspendido recientemente en Valladolid una Jornada Internacional por la defensa de la Fiesta por falta de inscripciones.

       Pero como contrapartida también se ha reclamado, tras la presentación de las correspondientes firmas, la tramitación parlamentaria para la declaración de las corridas de toros como bien de interés cultural. No olvidemos que su origen hunde sus raíces en nada menos que la cultura grecolatina, que ya extendió la romanización por nuestra geografía, y que eran los denominados bestiarios, la lucha entre humano y bestia, también usados como método de martirio… humano se entiende.

          Y ya traídos a colación los romanos, sus hábitos y comportamiento. Curioso  es que se trataba de un pueblo cuya filosofía y costumbre era absorber e integrar a su cultura, cuantos mitos, divinidades y tradiciones religiosas encontraba en sus áreas de influencia,  y sin embargo decide en cambio combatir con saña, vehemencia e interés a la incipiente comunidad cristiana que comenzaba a surgir en sus territorios. Análisis históricos  llegan a la conclusión de que un peso importante en la decisión de tal persecución lo tuvo el que la nueva religión no incluía el sacrificio animal como modo de ofrenda a su, además, único dios o Dios, según se prefiera o se crea conveniente. Esto conllevaría una consecuente enorme repercusión para infinidad de personas bien posicionadas  y que eran gestoras y administradoras del resto de los ritos, así como también supondría un desastre económico para todo el mercado ganadero que proveía de victimas a unas ofrendas que, con el nuevo rito cristiano, se habrían de dejar de llevar a cabo.

              Así pues, evidentemente, ante la posibilidad de estas pérdidas recurrieron a cuantos medios pudieron para fomentar la devoción a su práctica, denostar lo contrario y recurrir a las autoridades en busca de una protección oficial para su causa. Y así, bajo emblemas tales como “la protección de la tradición, de las costumbres y de la cultura”, intentaban,  salvar un  interés mucho más prosaico y real como era el puramente económico.

            Pues bien, para finalizar, uniendo todo lo expuesto, civilizaciones antiguas y prácticas actuales, se hace evidente que el mundo, los intereses y las aberrantes prácticas de la cultura romana poco han cambiado con las que somos capaces de cometer en la actualidad. Porque lo cierto es que, bajo los mismos honorables pretextos de “salvar la cultura y la tradición”, se siguen cometiendo atroces y barbaros actos que en realidad esconden la misma avara y mísera cuestión, y es que, desde que el mundo es mundo “Poderoso caballero es don Dinero”.

 

Ana Beatriz Rubio Sanchez