La Huerta del Yayo
La Huerta del Yayo
- Volvamos donde dejamos “el tajo” Trufo. El perro moviendo la cola la siguió.
La afición, casi convertida en profesión de Virgi era cultivar la huerta que había recibido en herencia de sus abuelos. Pasaba largas temporadas en la aldea, ya casi abandonada, solo contaba con 17 habitantes, todos octogenarios.
De profesión periodista compaginaba su gran devoción con crónicas dominicales para varios periódicos. Generalmente escritas algunas en heladoras noches de invierno.
Ella no tenía horas calculadas de sueño. Las entretenía y a veces las engañaba con su otra pasión; escribir. Lo hacía apasionadamente. Y a veces soñaba… despierta.
Las pequeñas temporadas que dejaba “ abandonada “ la huerta era para visitar a sus padres e intentar mantener viva la llama de la relación que mantenía con Rafa desde la facultad. Esta se le hacía cada día mas pesarosa, menos llevadera, más abrupta. Con este iba todo de mal en peor.
Desde el ultimo “incidente” como lo llamaba su madre, no había vuelto a verlo, ni lo deseaba. Pero sus padres la seguían instigando a continuar.
- Hija Rafa es un buen chaval, te quiere. Los celos son una cosa sin importancia.
Rafa miro el reloj. 2.30 de la madrugada. ¿Dónde estará esta puta?
La puerta del apartamento se abrió lentamente.
- ¿Estas horas, donde has estado?, le incriminó.
- En el piso de Amelia, con unas amigas, te lo dije, en su despedida de soltera.
- No me mientas, hueles a tabaco.
Virgi sintió el bofetón de la mano abierta sobre su mejilla como una herida en el corazón. Se quedo paralizada, no supo cómo reaccionar. Solo atinó a balbucear unas palabras. Vete, vete de esta casa.
- Te recuerdo que es de los dos, le contesto él, todavía bufando adrenalina.
- Me voy yo entonces.
- ¿Mama a ti te pego alguna vez papa?
- No hija, nunca.
- No deseo seguir, os dejo. Volveré a mis raíces.
- Hija piénsalo
La “La cangilonera” así la había bautizado, era una huerta adaptada a sus tiempos. Motor eléctrico en el pozo. Riego por goteo. Los oxidados cangilones solo de adorno cada cual coloreados diferente.
Las hortalizas, -todas ecológicas - tenían fácil salida. Zanahorias, coles, patatas, coliflores, pimientos, ajos…
Los árboles frutales, membrillos, perales, granados, y algún albaricoquero cargaban su despensa de mermelada hasta la siguiente cosecha. El horno artesano la proveía de pan.
Rafa; en el estante mas escondido del baúl de los recuerdos. Cada vez que resonaban sus celos patológicos un sudor extraño le volvía a recorrer el cuerpo.
- No he podido olvidarte en estos meses, lo siento.
Virgi dio un respingo, soltó la azada casi por instinto y giró bruscamente la cabeza. Allí estaba. Un ramo de flores en la mano, peinado a lo Carlos Gardel, a falta del sombrero. Un traje cortado a medida de color verdoso oscuro.
- “Ridículo pensó”.
- Joder me has asustado. ¿Qué haces aquí Rafa?.
- Te sigo queriendo, vuelve conmigo.
- ¿Ya no le pegas a las mujeres?.
Trufo se acercó a olisquearlo, separándose al momento con un gruñido lastimero.
- Ni al perro le gustas. ¿Cómo no te marchas por donde viniste?
-Deseo casarme contigo, insistió Rafa.
- Ni loca.
Conversaba por Skype con sus padres varias veces por semana. Esa noche fue una verdadera tortura.
- Hija Rafa nos dijo que iría a verte.
- Estuvo aquí mamá, le mande marchar por donde vino.
- Está completamente arrepentido, vuelve con él.
- Mamá sabes que me abofeteó.
- Eso fue solo un momento de ofuscación, a veces lo tienen los hombres.
- Mama no cambiará, ya sabes que decía Calderón” Genio y figura…”.
- Seguiremos Hablando, os visitare en unos días.
- Prefería seguir el pueblo, con su particular vida, su huerta, pero sus padres… sus costumbres la tenían confundida.
Los días se convirtieron en meses. No deseaba volver, pero a veces las dudas le corroían y el sueño se le presentaba lejano en las intermitentes noches que intentaba atajarlo.
La cosecha de hortalizas no deseaba dejarla perder. En octubre prácticamente estaba recogida y vendida.
Cerró la puerta de la casa de piedra restaurada, en la que invirtió sus ahorros. Adornada en su interior con los aperos de sus abuelos. Esta quedo olvidada.
Pero intuía que sería por poco tiempo.
Junto a la lareira, los troncos de olivo preparados para el futuro invierno, igualmente quedaron adormecidos en espera de un próximo uso.
Los escasos muebles delicadamente regenerados de estilo castellano los envolvió con sabanas en desuso que encontró en un pequeño diván. Seguro que alguna vez arroparon a sus añorados abuelos. El recuerdo efímero de ellos le devolvieron las lagrimas a sus sonrosadas mejillas.
El motor del wolkswagen, un escarabajo rosa, con más de tres décadas de antigüedad, comenzó a ronronear. Emprendió su marcha a una escasa, pero constante velocidad camino de la ciudad.
- Trufo tu a saludar a Morfeo, nos quedan más de seis horas de viaje.
El perro se acurruco después de unas vueltas en el asiento trasero. Unos instantes después los oídos de Virgi comenzaron a percibir una respiración entrecortada.
- Acarició el telefonillo. Al otro lado del mismo surgió la sonrisa imperecedera de su madre.
- ¿Hija de dónde has sacado ese perro? sabes que a tu padre no le gustan?
- Bonito saludo mamá. El perro vive y viene conmigo a cualquier parte que vaya.
La decoración de estilo rococó del salón de sus padres donde transcurría la cena, no había sido nunca del agrado de Virgi.
El único sonido que retumbaba en el mismo era el tintineo de las cucharas al extraer el líquido de la sopa de puerros.
A ninguno de los cuatro comensales le apetecía comenzar una conversación que intuían indeseada por el cariz que podía tomar la misma.
- Bueno hija, rompió el silencio Marta, la madre, ¿entonces has venido para quedarte?.
- No mama, he venido a visitaros y hablar, sin más.
- Rafa con cara de tibio le dirigió una mirada.
- Virgi yo te quiero remachó con su característica y grave voz.
- “Cínico pensó esta”.
-Hija trabaja en el despacho, como le prometí. Mirándola el padre le confirmó.
- Sabes que la boda era para Enero, no la anule, todavía faltan dos meses, casémonos Virgi, volvió casi a suplicar Rafa.
- Soy feliz en el pueblo, allí no tengo conflictos, mi vida es plena, no necesito nada más que la interminable compañía de mis libros y el amor entusiasta de mi perro.
- ¿No crees que es mas practico vender la casa de los abuelos? Sera difícil sobrellevar la soledad angustiosa que debes padecer. Remató Jaime, el padre.
- Papa no estoy sola. Trufo no se separa de mi.
- ¿Y si te pasa algo el va a llamar a la ambulancia?.
- Bueno por lo menos no muerde sin motivos.
- No empecemos chillo Rafa levantándose bruscamente de la silla.
- Virgi mirando a Rafa le conmino a sentarse.
- Rafa no te enfades por favor estamos aquí para intentar solventar las diferencias del pasado.
- Perdón a todos ha sido un pequeño arrebato, no volverá a suceder.
- ¿Lo podemos volver a intentar?, comento Virgi, aunque el apartamento no es muy amplio, nos bastará para los tres.
- Cuando nos casemos dejaras la granja definitivamente. Estarás mejor a mi lado. El apartamento, cada vez que te alejas es diferente sin ti, te añoro.
- Lo intentamos aunque pienso que el perro, nunca lo llamaba por su nombre, se sentirá más feliz aquí, con tus padres. El jardín es grande. ¿Qué dices?.
- Piénsate lo del perro por favor. Seremos de nuevo felices.
- Mañana tengo un juicio debo madrugar.
Rafa visualmente alterado se despidió.
Al instante de girar la llave el motor del escarabajo comenzó de nuevo a ronronear.
- Trufo monta y a cumplir de nuevo con Morfeo, nos quedan más de seis horas de viaje.
Desde la colina cercana al pueblo oteó “La cangilonera”.
Detuvo el coche y acaricio al perro.
-Sabes Trufo, no volveremos a la ciudad, decidido.
- Recuerdo una de mis novelas preferidas que leí siendo todavía una niña. Era la historia de Anna Karenina.
Comenzaba así:
“Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”.
Manu & Willy