Paquito y su mundo

Paquito

El ser humano ha rechazado con frecuencia, aquello que simplemente es “distinto” a lo común

 

 “…En la Edad Mediaépoca de fuertes contrastes existía una casi total incultura en algunos, yo diría que en muchos temas. Lo distinto era aterrador, anormal, satánico, diabólico y por ende iba contra natura, en contra de los designios divinos.

Los pelirrojos, por ejemplo, eran entre otras cosas tachados de viles, fruto de uniones sucias siendo a menudo ejecutados en diferentes momentos y lugares, en hogueras públicas.
 

 

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Paquito rondaba los diez años. Él asustaba a todos los niños de la calle que intentábamos a la salida de la escuela que nuestra pelota rodara entre dos porterías delimitadas por piedras. Rebuscábamos horas para evitar su presencia. Pero la figura de Paquito en la calle era continua. Nos parecía incansable. Rodeaba la calle montado en su bicicleta, mañana y tarde. La calle era suya y de su bici.

Paquito era un chico grande, con una sonrisa sempiterna que nunca se alejaba de su amable rostro.

Él nunca nos hablaba. Pasaba a nuestro lado sonriendo y pedaleando a veces ya en una bici desgastada.

Día a día, observaba a Paquito detrás de mi enrejada ventana. De continuo mis pensamientos recorrían su cara intentando averiguar que escondía detrás: “Algún día me acercare a ti”. Era mi continuo deseo. Pero ese día nunca llegó.

Paquito es subnormal, remachábamos continuamente todos los amigos y no le dábamos más importancia.

Y pensé, que era una historia que no iba conmigo.

Aquel, fue un tiempo turbio y apabullante en situaciones.

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Y así pasaron los años y “desaparecí” de la calle y del pueblo, pero Paquito no. En las vacaciones volvía a ver a Paquito, allí seguía con sus interminables vueltas y su eterna sonrisa. Yo seguía receloso hacia él. Desconocía todo sobre ese niño que había crecido, de sonrisa perenne, y con un perro de continuo a su lado.

  

Luego con los años comprendí al atreverme a observarlo que era totalmente inocente. Él vivía un mundo diferente al mío, un universo en el que él habitaba radiante, totalmente feliz: a su manera.

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Mis conversaciones con willy últimamente son la mayoría de mi niñez, porque, como dice un amigo mío: parezco un fantasma. Ya arrastro años, canas… y a veces cadenas.

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Y con los años advertí que las personas éramos malvados, que siempre lo hemos sido a eso que se dice “diferente a lo normal.”

De continuo y con la tranquilidad, el equilibrio, la calma y el sosiego que te dan los años desearía pedirle perdón a Paquito, no por el daño causado, que nunca se lo hice, si no por mi ignorancia supina y sobre todo por no querer acercarme a lo que con el paso del tiempo, comprendí que era un niño con un alma limpia.

Mi vida, transcurrió de continuo, rota por la ansiedad y por otros momentos tenebrosos vividos. Ahora ya henchida de risas y a veces pulverizada también de llanto, vuelven al recuerdo esas noches colmas de fantasmas, que revuelven el pasado, de aquellos años, de juegos juveniles, el gua, el intercambio de santos…Jugaba con mis compañeros de escuela y no nos cansábamos de observar a ese chico raro montado en bicicleta que no se cansaba de dar vueltas a la calle, sin dejar de sonreír.

 

Aunque Paquito “desapareció” de mi vida, y con ello se desvaneció mi miedo, emergieron otros; estos reales, malvados, intratables y concubinos que aun hoy persisten, producidos por personas a las que llamamos “normales”.

  Cuando cayó en ms manos Los renglones torcidos de Dios, volvieron a recuperarse mis recuerdos, mi calle, Paquito, su bici, su mundo….

Y mi vida anterior no fue fácil, aunque escape de ella.

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Y una de esas noches, malvadas, en la que el viento despotricaba y la lluvia arrancaba a los campos sus prominentes hierbas, embarraba caminos sin asfaltar, oscura como las tinieblas y rellena de desconfianza y sospecha, ocurrió.

Bajo esa lluvia salvaje, pero deseada, me vi apretando una silla de ruedas de una niña de esas como Paquito, que llamábamos subnormal, allí estaba yo, y maldije la imbecilidad que se me había ocurrido hacer.

Y me consentí el fin de semana más feliz de toda mi vida, rodeado de subnormales, y mi mente volvió a resonar con la presencia de Paquito.

Y ya no escape de ese caracol que me envolvió entre babas sabrosas, risas brillantes, almas blancas y corazones limpios.

Y ahora comparto con personas con la misma sonrisa que Paquito, sus sonrisas y su ocio. Que yo he acreditado verdaderos momentos de felicidad, junto a ellos.

Y mi mente se retrotrae a la bendita noche que los conocí.

Pero hasta que me embutí con ellos, en sus juegos y travesuras, llantos y sollozos, verdades y sueños compartidos, no conocí realmente lo que eran corazones blancos y sentimientos henchidos de apego y devoción.

Entonces, y solo en esos momentos, comprendí que Paquito era un niño, con un síndrome posiblemente severo, de conducta repetitiva, con un aislamiento social. Autista. Paquito no es que no quisiera relacionarse con los chicos de su edad, si no que no sabía hacerlo.

***

Mi primer abrazo a Paquito se lo di, ya exhibiendo los dos canas. Lo mío fue, o intenté, procurarle un gran abrazo de oso.

-Perdóname Paquito, le susurré. Nas l

Unas lágrimas recorrieron mis mejillas batidas de dolor. ¿porque había esperado tanto tiempo, me pregunte?  

Su única respuesta fue: Hola, y dejarse hacer.

Su madre me escudriño con una mirada atenta y asombrada. Miró, y lo único que reparó en mí, fueron unas lágrimas que rodearon mis mejillas, y se atascaron bañando mí ya canosa barba. Adivinó que eran de emoción.

Y con los años Paquito se recluyó, transitando por el pasillo de su casa. La calle, se volvió triste y aburrida. Se atiborró de coches. Pero nunca más se llenó de la sonrisa de Paquito montado en su inseparable bici.

Y Paquito como todos envejeció. Pero nunca encontró un centro adaptado a él. Es subnormal indicaban.

Para pensar.

Ahora desde la distancia del tiempo transcurrido sé que Paquito fue feliz en su mundo. Nosotros nunca encontraremos la felicidad en el nuestro

Paquito se despidió ayer de este mundo que no supo adaptarse a él.

Manu & Willy