Una lagrima sobre su piel

 

Una lagrima sobre su piel

 

Eran dos niños. Ella, pelirroja. El, un niño especial.

 

Ella, una niña rozando los siete años, lucía una pequeña melena pelirroja. Su rostro, atestado de unas pecas que le enriquecían una cara ya atractiva, se alegraba cuando veía a su vecinito Samuel. Un niño dos años mayor que ella. Moreno, con unas gafas de montura de color azulado. Una pequeña cinta se la sostenían a la cara, para evitar cualquier posible accidente, le decía su madre.

Samuel, cruzaba cada día la acera y pasaba delante de la casa de la niña pelirroja para ir a clase. Samuel estaba diagnosticado como un niño TEA. *.

El niño tartamudeaba y sus manos temblaban, cuando se ponía nervioso, o no podía controlar una situación.

Erika, así se llamaba la niña, pensaba que su vecinito cada vez que pasaba frente a su casa lo hacía para saludarla. Aunque nunca intercambiaban palabras. Cada vez que lo veia acercarse, en su rostro se dibujaba una sonrisa esperando que algún día el saludo que esperaba de Samuel se produciría. Si no, lo haría ella.

 
Y un día Erika, por fin se atrevió a romper su timidez. Le regalaría dos rosas blancas, que ella, ayudada por su mama cultivaba en el jardín, al lado de la puerta de entrada.

-Son para ti, Samuel, le alargó la mano a través de la reja, cuando lo vio acercarse a su puerta.

 -Gra- gra- cias. El niño estiró la mano y con un leve balanceo en su cuerpo y una sonrisa en sus labios se alejó oliendo las rosas.

-Mamá cuando sea mayor me casaré con el niño del pelo rizado.

Su mamá la miró, y su respuesta fue solo sonreírle a su hija.

Erika, hacía ya tres días que no veía pasar frente a su puerta a Samuel para preguntarle por sus rosas blancas. Deseaba regalarle otras dos, pero esta vez rojas. Por la mañana habían explotado sus capullos y exteriorizaban sus frondosos pétalos de un rojo intenso.

Al cuarto día, desde su ventana lo vio. Erika corrió al jardín y se apresuró a cortar las dos rosas de color rojo más bonitas de su jardín.

-¡Toma son para ti ¡ Cuando Erika vio acercarse a Samuel cerca de su puerta, alargó la mano y a través de la reja se las ofreció.

Samuel se paró en seco frente a Erika. Con cara serio y se negó a recogerlas.

Gra- gra- cias le dijo. No …las iero, no se uidarlas, dijo tartamudeando.

Erika se quedó mirando al niño, pero no insistió al ver que Samuel, con la cara gacha reemprendía su camino. Vio al niño del pelo rizado restregarse los ojos con la muñeca de su mano derecha. Parecía que se secaba unas lágrimas.

Samuel antes de girar la esquina y desaparecer, se paró. Volvió la cara y miró a Erika.

Toyy- tiste. El pime día …una de tu rozas ban -cas se me zecó.

La niña pelirroja, se dirigió hacia donde su madre, que desayunaba en el jardín sobre una mesa de mármol. Le entrego las dos rosas rojas que Samuel había rechazado.

 

_Toma mamá, le alargó las flores, te las regalo, el niño del pelo rizado ya no me quiere.

 

Manu & Willy